LITERATURAEL AÑO DE LAS PEQUEÑAS EDITORIALES, LOS PREMIOS MERECIDOS Y UN BIENVENIDO RESURGIR DE LA POESIA ARGENTINA
Una explosión de narrativas para todo gusto
29.12.07
19.12.07
Entrevista en Pagina/12
LITERATURA“ME INTERESAN LAS PEQUEÑAS HISTORIAS DE LOS PUEBLOS”
“Me interesan las pequeñas historias de los pueblos”
“Me interesan las pequeñas historias de los pueblos”
17.12.07
8.12.07
Civilización/barbarie
1-Hace pocos días se inauguró en la plaza principal de Chivilcoy un monumento a Sarmiento en donde se rescata el famoso discurso dado por el sanjuanino antes de asumir la presidencia de la nación. El monumento tiene la forma de un libro abierto. El libro es el símbolo más estereotipado de la civilización sarmientina.
2-Chivilcoy era el modelo de civilización que debía implantarse en la pampa húmeda.
Dice Halperin Donghi: “Para Sarmiento, Chivilcoy es una prueba viviente de la justeza de su punto de vista; algunos gauchos antes vagos, junto con una masa heterogénea de inmigrantes, han creado una réplica austral de la democracia rural norteamericana (…) El programa de Sarmiento es claro: ´ hacer CIEN CHIVILCOY en seis años de gobierno y con tierra para cada padre de familia, con escuela para sus hijos´”.
3- El sábado 1 de diciembre de 2007 se celebró en las calles de Chivilcoy el día Nacional del Gaucho. Más de dos mil jinetes, agrupados en peñas folclóricas de distintos lugares del país, desfilaron por las calles anchas, racionales, imaginadas por Sarmiento.
Por las calles de la civilización, entonces, avanzaban los gauchos bárbaros y sus caballos dejando sobre el pueblo de Sarmiento el olor de la supuesta barbarie.
4- Tanto la forma de recordar a Sarmiento, como la forma de recordar a la figura del gaucho se entrecruzaron, el 1 de diciembre, de manera estereotipada.
Por un lado, la figura del gaucho, se supone, es la representación más cabal de lo argentino. El gaucho, antes perseguido, visto por Sarmiento como un sujeto bruto y vago, se vuelve a principios del siglo XX, por las maniobras del poder y sus intelectuales, la figura del héroe nacional que encarna la esencia de lo argentino: y el inventor de esa figura no es otro que Lugones, el poeta de la oligarquía.
Por lo tanto, el sábado 1 de diciembre había mucho de puesta en escena, de representación gauchesca, de máscara, en el desfile. Claro que otra forma de manifestar o recordar lo gaucho no existe, porque el sujeto gaucho ha desaparecido hace más de un siglo.
Pero la figura que representa lo supuestamente culto, lo civilizado, también se vuelve una figura estereotipada, es decir, se parece a una puesta en escena de lo que debe ser lo civilizado.
De este modo, tanto la supuesta civilización como la supuesta barbarie se representan, por ejemplo, de la misma manera que se recuerdan las fechas patrias en los actos escolares: a través de formas diluidas, que van vaciando de sentido (también político) la figura de cada sujeto histórico que se quiere recordar.
5- Habría que preguntarse, entonces, quiénes son los que hoy en día encarnan esta contradicción que atraviesa de forma medular la historia argentina. Quiénes son los que, desde el lugar de lo civilizado, por ejemplo, señalan con el dedo a ese otro, bárbaro y peligroso. Porque esos sujetos, los actuales, padecen, sufren día a día esta lucha visceral, la encarnan padeciéndola: no la representan de forma estereotipada sobre un caballo, envueltos en un poncho; o si no, abriendo un libro, hinchado de civilización. La padecen.
Y cada uno sabe la respuesta: cada uno sabe cuál es el nombre del otro.
2-Chivilcoy era el modelo de civilización que debía implantarse en la pampa húmeda.
Dice Halperin Donghi: “Para Sarmiento, Chivilcoy es una prueba viviente de la justeza de su punto de vista; algunos gauchos antes vagos, junto con una masa heterogénea de inmigrantes, han creado una réplica austral de la democracia rural norteamericana (…) El programa de Sarmiento es claro: ´ hacer CIEN CHIVILCOY en seis años de gobierno y con tierra para cada padre de familia, con escuela para sus hijos´”.
3- El sábado 1 de diciembre de 2007 se celebró en las calles de Chivilcoy el día Nacional del Gaucho. Más de dos mil jinetes, agrupados en peñas folclóricas de distintos lugares del país, desfilaron por las calles anchas, racionales, imaginadas por Sarmiento.
Por las calles de la civilización, entonces, avanzaban los gauchos bárbaros y sus caballos dejando sobre el pueblo de Sarmiento el olor de la supuesta barbarie.
4- Tanto la forma de recordar a Sarmiento, como la forma de recordar a la figura del gaucho se entrecruzaron, el 1 de diciembre, de manera estereotipada.
Por un lado, la figura del gaucho, se supone, es la representación más cabal de lo argentino. El gaucho, antes perseguido, visto por Sarmiento como un sujeto bruto y vago, se vuelve a principios del siglo XX, por las maniobras del poder y sus intelectuales, la figura del héroe nacional que encarna la esencia de lo argentino: y el inventor de esa figura no es otro que Lugones, el poeta de la oligarquía.
Por lo tanto, el sábado 1 de diciembre había mucho de puesta en escena, de representación gauchesca, de máscara, en el desfile. Claro que otra forma de manifestar o recordar lo gaucho no existe, porque el sujeto gaucho ha desaparecido hace más de un siglo.
Pero la figura que representa lo supuestamente culto, lo civilizado, también se vuelve una figura estereotipada, es decir, se parece a una puesta en escena de lo que debe ser lo civilizado.
De este modo, tanto la supuesta civilización como la supuesta barbarie se representan, por ejemplo, de la misma manera que se recuerdan las fechas patrias en los actos escolares: a través de formas diluidas, que van vaciando de sentido (también político) la figura de cada sujeto histórico que se quiere recordar.
5- Habría que preguntarse, entonces, quiénes son los que hoy en día encarnan esta contradicción que atraviesa de forma medular la historia argentina. Quiénes son los que, desde el lugar de lo civilizado, por ejemplo, señalan con el dedo a ese otro, bárbaro y peligroso. Porque esos sujetos, los actuales, padecen, sufren día a día esta lucha visceral, la encarnan padeciéndola: no la representan de forma estereotipada sobre un caballo, envueltos en un poncho; o si no, abriendo un libro, hinchado de civilización. La padecen.
Y cada uno sabe la respuesta: cada uno sabe cuál es el nombre del otro.
26.11.07
Presentación
Interzona invita a la presentación de La descomposición.
La primera novela de Hernán Ronsino recientemente publicada será presentada por Martín Kohan y Jorge Consiglio el miércoles 5 de diciembre a las 19.30 hs en La casa del escritor, Lavalleja 924.
A continuación más información sobre el autor y la novela.
Agradecemos la difusión.
LA DESCOMPOSICIÓN
Hernán Ronsino
IZ Latinoamericana - novela
132 páginas - $ 24
-La violencia contenida siempre a punto de estallar. Un tornado, un hacha filosa, el campo y la muerte. Todo tiene un aire anómalo, malsano, turbulento.
-Una escritura seca, áspera, perturbadora como la respiración agitada. Un estilo que funciona por acumulación, hasta que el clima se vuelve asfixiante.
-La primera novela de un narrador consumado. Un escritor del que seguramente escucharemos hablar.
Hernán Ronsino nació en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires, en 1975. Es sociólogo y docente de la Universidad de Buenos Aires. Tiene publicado un libro de relatos, Te vomitaré de mi boca, premiado por el Fondo Nacional de las Artes. La descomposición es su primera novela.
La primera novela de Hernán Ronsino recientemente publicada será presentada por Martín Kohan y Jorge Consiglio el miércoles 5 de diciembre a las 19.30 hs en La casa del escritor, Lavalleja 924.
A continuación más información sobre el autor y la novela.
Agradecemos la difusión.
LA DESCOMPOSICIÓN
Hernán Ronsino
IZ Latinoamericana - novela
132 páginas - $ 24
-La violencia contenida siempre a punto de estallar. Un tornado, un hacha filosa, el campo y la muerte. Todo tiene un aire anómalo, malsano, turbulento.
-Una escritura seca, áspera, perturbadora como la respiración agitada. Un estilo que funciona por acumulación, hasta que el clima se vuelve asfixiante.
-La primera novela de un narrador consumado. Un escritor del que seguramente escucharemos hablar.
Hernán Ronsino nació en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires, en 1975. Es sociólogo y docente de la Universidad de Buenos Aires. Tiene publicado un libro de relatos, Te vomitaré de mi boca, premiado por el Fondo Nacional de las Artes. La descomposición es su primera novela.
26.10.07
San Martin
En el Monumento a San Martín que está en la plaza principal de Chacabuco, se lee, bajo la figura ecuestre que mira hacia la cordillera de los Andes, la siguiente frase: Serás lo que hay que ser si no eres nada.
Cuando la famosa frase de San Martín, espiritualmente conectada, podriamos decir, con el deber ser kantiano, es: serás lo que debas ser o no serás nada.
Cuando la famosa frase de San Martín, espiritualmente conectada, podriamos decir, con el deber ser kantiano, es: serás lo que debas ser o no serás nada.
Homero y el Che
Hoy en Retiro vi a un chico con una remera que tenía la figura estampada de Homero Simpson. En el brazo, Homero mostraba orgulloso un tatuaje del Che Guevera. Al principio sentí un poco de desconcierto. Porque Homero jamás llevaría un tatuaje del Che en su brazo. Pero después pensé que esa remera tal vez estuviera hablando de una contradicción muy establecida, y me hice esta pregunta. ¿Cuántos que hoy llevan una remera o un tatuaje del Che viven como si fueran Homero Simpson?
A cuarenta años de su muerte, el Che, en esas remeras, sigue siendo, sistemáticamente, asesinado.
A cuarenta años de su muerte, el Che, en esas remeras, sigue siendo, sistemáticamente, asesinado.
13.8.07
7.8.07
ADN
La nación empezara a publicar, a partir del sábado, una revista cultural que reemplazara al tradicional suplemento de cultura dominical. La revista se llamará Adn.
Hace unos años, Jorge Lanata publicó un libro llamado: ADN, Mapa genético de los defectos argentinos.
Próximamente, Mario Pergolini conducirá un programa de televisión el Gen argentino, en donde se buscará al argentino más grande, y además el programa intentará "ayudar a los argentinos a definirnos como Nación"
Es llamativo que resurja, de algún modo, y al menos en lo que se refleja desde el título, cierta idea típica del viejo positivismo de tratar de explicar la identidad nacional a través de cuestiones genéticas, biológicas, y no como el resultado de una construcción social y política.
Quizá detrás de esta noción de identidad, se encuentra el presupuesto de una identidad dada, y no el de una identidad construida a través de la lucha política, a lo largo de la historia.
Hace unos años, Jorge Lanata publicó un libro llamado: ADN, Mapa genético de los defectos argentinos.
Próximamente, Mario Pergolini conducirá un programa de televisión el Gen argentino, en donde se buscará al argentino más grande, y además el programa intentará "ayudar a los argentinos a definirnos como Nación"
Es llamativo que resurja, de algún modo, y al menos en lo que se refleja desde el título, cierta idea típica del viejo positivismo de tratar de explicar la identidad nacional a través de cuestiones genéticas, biológicas, y no como el resultado de una construcción social y política.
Quizá detrás de esta noción de identidad, se encuentra el presupuesto de una identidad dada, y no el de una identidad construida a través de la lucha política, a lo largo de la historia.
2.8.07
El enigma
Porque hay un enigma. Dicen.
Por ejemplo. Tengo treinta y cuatro posibilidades y un durazno mordido. Las posibilidades me conducen, y, en última instancia, se supone terminan hablando de mí. El dulce, lento, que se empieza a desparramar por los bordes que mis dientes dejaron al morderlo, no. Ni el dulce, ni el durazno, creo, hablan de mí. En cambio, si tomo, supongamos, alguna de las treinta cuatro posibilidades, y no hago caso al dulce, lento, que ahora inunda el resto del durazno, tendré, pienso, la suficiente claridad y sabiduría como para resolver el enigma.
Detrás de la cáscara, del dulce, lento, que se desliza; detrás del durazno propiamente dicho, carnoso; incluso, detrás del carozo cobijado en el seno del fruto – como dice Holderlin, protegido por el silencio del fruto -; hay un supuesto enigma, que más bien es un centro, ajeno, ( un carozo ajeno), que confunde y distrae, pero que no habla de mí. Si tomo, lo repito, cualquiera de las treinta y cuatro posibilidades, estaré, quiero suponer, cada vez más cerca de la resolución. Pero el durazno, no. Según se dice. Porque me habla de afuera. Del afuera.
Bruscamente, es ahora cuando comienzo a sentir el arrebato del olor dulce. Irresistible. Y caigo, de este modo, en la tentación. Y vuelvo a morderlo, a sentirlo, a olerlo. Lo transformo. Lo rompo con mis dientes. Lo mastico. Lo envuelvo con saliva. Lo trago. Y así caen, triturados, otra vez, los pedazos adentro mío. Por consiguiente, el durazno se va convirtiendo, de un modo gradual, y casi sin darme cuenta, en parte del enigma. Más bien lo voy perdiendo.
Ahora me quedan las treinta y cuatro posibilidades (intactas) y el durazno (dos veces) mordido. Por ejemplo. Porque hay un enigma. Dicen. Y dicen que ese enigma – y no el durazno (dos veces) mordido - habla de mí.
Por ejemplo. Tengo treinta y cuatro posibilidades y un durazno mordido. Las posibilidades me conducen, y, en última instancia, se supone terminan hablando de mí. El dulce, lento, que se empieza a desparramar por los bordes que mis dientes dejaron al morderlo, no. Ni el dulce, ni el durazno, creo, hablan de mí. En cambio, si tomo, supongamos, alguna de las treinta cuatro posibilidades, y no hago caso al dulce, lento, que ahora inunda el resto del durazno, tendré, pienso, la suficiente claridad y sabiduría como para resolver el enigma.
Detrás de la cáscara, del dulce, lento, que se desliza; detrás del durazno propiamente dicho, carnoso; incluso, detrás del carozo cobijado en el seno del fruto – como dice Holderlin, protegido por el silencio del fruto -; hay un supuesto enigma, que más bien es un centro, ajeno, ( un carozo ajeno), que confunde y distrae, pero que no habla de mí. Si tomo, lo repito, cualquiera de las treinta y cuatro posibilidades, estaré, quiero suponer, cada vez más cerca de la resolución. Pero el durazno, no. Según se dice. Porque me habla de afuera. Del afuera.
Bruscamente, es ahora cuando comienzo a sentir el arrebato del olor dulce. Irresistible. Y caigo, de este modo, en la tentación. Y vuelvo a morderlo, a sentirlo, a olerlo. Lo transformo. Lo rompo con mis dientes. Lo mastico. Lo envuelvo con saliva. Lo trago. Y así caen, triturados, otra vez, los pedazos adentro mío. Por consiguiente, el durazno se va convirtiendo, de un modo gradual, y casi sin darme cuenta, en parte del enigma. Más bien lo voy perdiendo.
Ahora me quedan las treinta y cuatro posibilidades (intactas) y el durazno (dos veces) mordido. Por ejemplo. Porque hay un enigma. Dicen. Y dicen que ese enigma – y no el durazno (dos veces) mordido - habla de mí.
25.7.07
22.7.07
18.7.07
El reloj
Hernán Ronsino.
El relojero dice: “ya está, arreglado”. El viejo se lleva el reloj a la oreja, y después de escuchar un rato dice: “no, no”. Le pasa el reloj, otra vez, al relojero que se pone el reloj en la oreja y confirma, entonces, que sí, que el reloj funciona. El relojero, un poco más alterado, le coloca el reloj al viejo en la oreja derecha. “No, no, murmura, el viejo, en ésa no”, y se coloca, él, el reloj en la oreja izquierda. Escucha, escuchamos todos a esta altura, esperamos la confirmación. El relojero se ha puesto tenso, controla cada movimiento del viejo, espera el “sí, perfecto”, pero la cara del viejo vuelve a poner difíciles las cosas. El viejo dice que no, que no escucha ningún ruidito, que antes se escuchaba bien claro el tic tac, pero ahora no. El relojero menos diplomático vuelve a probar, confirma, dice: señor (dice “señor”, el relojero, impaciente): "escuche, por favor, anda, el reloj anda”. Una vez más, el viejo comprueba, poniéndose el reloj en la oreja izquierda, como si fuera una radio, y basta tan sólo con ese movimiento insatisfecho de cabeza para que, bruscamente, el relojero me mire, diga: “joven, usted que escucha bien, vea”. Me estira el reloj. Es un despertador que tiene setenta años, enchapado en oro, y que se pliega. Me pongo el reloj en la oreja, y los miro a los dos: el relojero espera, molesto, el viejo me mira desconfiado. Escucho un suave tic tac, que crece, lento, que encierra un mundo secreto: el corazón de la siesta, pienso, el refugio de los silencios. Entonces digo: “Anda”. Y el viejo guarda el reloj en el bolsillo del sobretodo. Y sale.
El relojero dice: “ya está, arreglado”. El viejo se lleva el reloj a la oreja, y después de escuchar un rato dice: “no, no”. Le pasa el reloj, otra vez, al relojero que se pone el reloj en la oreja y confirma, entonces, que sí, que el reloj funciona. El relojero, un poco más alterado, le coloca el reloj al viejo en la oreja derecha. “No, no, murmura, el viejo, en ésa no”, y se coloca, él, el reloj en la oreja izquierda. Escucha, escuchamos todos a esta altura, esperamos la confirmación. El relojero se ha puesto tenso, controla cada movimiento del viejo, espera el “sí, perfecto”, pero la cara del viejo vuelve a poner difíciles las cosas. El viejo dice que no, que no escucha ningún ruidito, que antes se escuchaba bien claro el tic tac, pero ahora no. El relojero menos diplomático vuelve a probar, confirma, dice: señor (dice “señor”, el relojero, impaciente): "escuche, por favor, anda, el reloj anda”. Una vez más, el viejo comprueba, poniéndose el reloj en la oreja izquierda, como si fuera una radio, y basta tan sólo con ese movimiento insatisfecho de cabeza para que, bruscamente, el relojero me mire, diga: “joven, usted que escucha bien, vea”. Me estira el reloj. Es un despertador que tiene setenta años, enchapado en oro, y que se pliega. Me pongo el reloj en la oreja, y los miro a los dos: el relojero espera, molesto, el viejo me mira desconfiado. Escucho un suave tic tac, que crece, lento, que encierra un mundo secreto: el corazón de la siesta, pienso, el refugio de los silencios. Entonces digo: “Anda”. Y el viejo guarda el reloj en el bolsillo del sobretodo. Y sale.
12.7.07
En un bar
La nieve parece caspa, dice el nene que toma el cafe con leche, y moja una medialuna y está sentado encima de sus piernas dobladas, en esa mesa pegada al ventanal, en la que siempre me siento yo, y ahora, está ocupada por esa familia que mira de qué manera, afuera, cae nieve en Buenos Aires.
Por eso estoy aca, sentado en esta otra mesa, incomoda, junto a la puerta del baño que está cerrada.
El matrimonio mira al hijo, y no dice nada. El hijo, moja la medialuna y murmura, con la boca llena, que parece caspa, la nieve parece caspa.
El hombre del matrimonio, que mira a su hijo mojar la medialuna y murmurar, además, que afuera la ciudad se ha enloquecido, se para bruscamente y se mete en el baño.
Yo le veo las lágrimas, porque pasa cerca de mi mesa, que en realidad no es la mesa que elijo siempre, sino la unica opcion que me ha quedado.
La mujer del matrimonio se tapa la cara con las manos. El hijo del matrimonio sigue contemplando el temporal, ajeno, murmura sonidos. La madre, de vez en cuando, le hace saber que sigue allí, estimula ese encanto que el chico siente, mientras muerde esa interminable medialuna, y mira la calle, la caspa que cae en la ciudad helada.
El hombre del matrimonio sale del baño. Recompuesto, busca a la moza y paga.
El hijo del matrimonio empieza a dibujar en el ventanal empañado - a través del cual miro siempre la calle, los rostros, las historias por venir -, una casa, esas tipicas casas que dibujan los chicos, un rancho, podria decirse, con techo a dos aguas y una chimenea, que hecha humo, de alguna comida que se prepara, y una ventana, prolija, con cortinas atadas.
El hombre del matrimonio, despues de pagar, sale, serio y contenido, del bar.
Ver al hombre del matrimonio saliendo, serio y contenido del bar, nos conmueve: a la mujer del matrimonio, a la moza que aun sostiene el billete de cincuenta pesos que el hombre le ha dado, y, es claro, a mí.
El chico termina la casa, y ve, al terminar la casa, que su padre se pierde detrás del humo de esa chimenea, y desaparece cubierto por esa abundante y extraña caspa que cubre a la ciudad.
Lunes, 9 de Julio.
Por eso estoy aca, sentado en esta otra mesa, incomoda, junto a la puerta del baño que está cerrada.
El matrimonio mira al hijo, y no dice nada. El hijo, moja la medialuna y murmura, con la boca llena, que parece caspa, la nieve parece caspa.
El hombre del matrimonio, que mira a su hijo mojar la medialuna y murmurar, además, que afuera la ciudad se ha enloquecido, se para bruscamente y se mete en el baño.
Yo le veo las lágrimas, porque pasa cerca de mi mesa, que en realidad no es la mesa que elijo siempre, sino la unica opcion que me ha quedado.
La mujer del matrimonio se tapa la cara con las manos. El hijo del matrimonio sigue contemplando el temporal, ajeno, murmura sonidos. La madre, de vez en cuando, le hace saber que sigue allí, estimula ese encanto que el chico siente, mientras muerde esa interminable medialuna, y mira la calle, la caspa que cae en la ciudad helada.
El hombre del matrimonio sale del baño. Recompuesto, busca a la moza y paga.
El hijo del matrimonio empieza a dibujar en el ventanal empañado - a través del cual miro siempre la calle, los rostros, las historias por venir -, una casa, esas tipicas casas que dibujan los chicos, un rancho, podria decirse, con techo a dos aguas y una chimenea, que hecha humo, de alguna comida que se prepara, y una ventana, prolija, con cortinas atadas.
El hombre del matrimonio, despues de pagar, sale, serio y contenido, del bar.
Ver al hombre del matrimonio saliendo, serio y contenido del bar, nos conmueve: a la mujer del matrimonio, a la moza que aun sostiene el billete de cincuenta pesos que el hombre le ha dado, y, es claro, a mí.
El chico termina la casa, y ve, al terminar la casa, que su padre se pierde detrás del humo de esa chimenea, y desaparece cubierto por esa abundante y extraña caspa que cubre a la ciudad.
Lunes, 9 de Julio.
26.6.07
20.6.07
6.6.07
La elección
Macri insiste, una y otra vez, a lo largo de la campaña que gestionar una ciudad no tiene nada que ver con cuestiones ideológicas. La ideología, en este sentido, sería algo que entorpecería la eficiencia de la gestión. La ideología, entonces, estaría ligada con cuestiones confusas, engañosas, que retrasarían y nos devolverían a un pasado que habría que olvidar.
En Página/12 de hoy aparecen unas declaraciones del posible Ministro de Hacienda de Macri. Dice que sería razonable aumentar el ABL, reducir el gasto, y aumentar la eficiencia de la gestión y el endeudamiento a largo plazo para obras de infraestructura.
¿Qué tipo de ideología, me pregunto, hay detrás de estos conceptos que suponen ajuste, aumento de impuestos, reducción del rol del estado en la intervención pública?
En los próximos días, es muy probable que la ciudad de Buenos Aires elija a Macri como Jefe de Gobierno, argumentando una urgente necesidad de cambio.
En Página/12 de hoy aparecen unas declaraciones del posible Ministro de Hacienda de Macri. Dice que sería razonable aumentar el ABL, reducir el gasto, y aumentar la eficiencia de la gestión y el endeudamiento a largo plazo para obras de infraestructura.
¿Qué tipo de ideología, me pregunto, hay detrás de estos conceptos que suponen ajuste, aumento de impuestos, reducción del rol del estado en la intervención pública?
En los próximos días, es muy probable que la ciudad de Buenos Aires elija a Macri como Jefe de Gobierno, argumentando una urgente necesidad de cambio.
23.5.07
Lobo hambriento
La boca de Abrasiam se parece a la de un lobo hambriento.Nunca vi a un lobo hambriento, pero puedo pensar, ahora, en la boca de Abrasiam como si fuera la boca de un lobo.Me mira fijo, a los ojos.Está, como quien dice, más caliente que una pava.Es bajo, Abrasiam. Morrudo. Y tiene un manojo de venas derramadas en los ojos. Abrasiam tampoco vio lobos hambrientos: porque nació en la otra cuadra, y, toda su vida, la vivió encerrado en este pedazo de tierra, vendiendo ropa usada. Por decir una zona: del monte Pomaré hasta la escuela 2; y de la plaza principal hasta El recreo. Eso quiere decir que Abrasiam nunca vio la boca de un lobo hambriento.Entonces me doy cuenta que puedo imaginar la boca de un lobo sin haber visto nunca en la vida a un lobo.Esa idea me produce una extraña tranquilidad. Mientras Abrasiam sigue mirándome a los ojos, prepotente, más caliente que una pava, esperando, además, mi respuesta, para desatar, de una vez por todas, su esperada – algunos dicen: justa - venganza.
19.5.07
Sobre Céline
Número 16 14/5/2007. 666 palabras .El máximo dolor posible .La felicidad sería... .Sobre Céline .No (décimo sexta entrega) Leer Newsletter
13.4.07
En viaje
Un viaje inesperado. Pienso, por ejemplo, que ayer a esta hora viajaba amontonado en el Subte. Y ahora estoy acá, en un rincón de una estación de servicio, a cinco kilómetros de San Pedro. Es la primera vez en mi vida que estoy, pongamos, a cinco kilómetros de San Pedro. Y en esta estación de servicio, semiabandonada, que me hace acordar a algun cuento de Soriano. Es así. Pero hay internet. Mientras le cambian la rueda al micro, allá, abajo de unos árboles, y mientras el sol se va desgastando, y el aire del río nos vuelve indefensos y frágiles; mientras sucede lo impensado (que ese micro pinche una rueda), entonces, yo escribo, a cinco kilómetros de San Pedro, esta frase: caminar, sereno, entre la frondosa humanidad, sin dejar de ser, sin quedar atrapado en la gigante sombra.
6.4.07
El más infeliz de los recién llegados
En cuanto he llegado a Nathal, me pregunto qué se me ha perdido en Nathal, en cuanto he llegado a Viena, me pregunto qué se me ha perdido en Viena. Como el noventa por ciento de los hombres, en el fondo quiero estar siempre donde no estoy, allá de donde acabo de huir. Esa fatalidad ha empeorado en los últimos años en lugar de mejorar, y con intervalos cada vez más cortos voy a Viena y vuelvo otra vez a Nathal y desde Nathal a alguna gran ciudad, a Venecia o a Roma, y otra vez de vuelta, a Praga y otra vez de vuelta. Y la verdad es que sólo sentado en el coche, entre el lugar que acabo de dejar y el otro al que me dirijo, soy feliz, sólo en el auto y en el viaje soy feliz, soy el más infeliz de los recién llegados que puede imaginarse, llegue a donde llegue, en cuanto llego, soy infeliz. Soy de esas personas que, en el fondo, no soportan ningún lugar del mundo y sólo son felices entre los lugares de donde se marchan o a los que va.
Thomas Bernhard
El sobrino de Wittgenstein
Thomas Bernhard
El sobrino de Wittgenstein
5.4.07
31.3.07
23.3.07
1984
Obviamente, el horror en 1984 es una figura que sólo alcanza su sentido fuera del libro, en la realidad histórica que lo contiene parcial y no totalmente. Un sentido figurado: el mundo podría llegar a ser como el de 1984, puesto que ya lo es en algunas de sus facetas. Por eso Orwell puede saltar del realismo a la alegoría, a la figura total; no cree, ni tampoco busca que el lector crea que el mundo va a llegar a ser el de 1984, pero al proyectar ficticiamente el horror a sus últimas consecuencias, nos sitúa frente a nuestra responsabilidad, y esa responsabilidad supone la esperanza; es ésta quien hace entrar en acción a la responsabilidad que lleva a la lucha para impedir que 1984 pueda cumplirse en cualquier otro año del siglo.
Julio Cortázar.
Febrero de 1984.
Julio Cortázar.
Febrero de 1984.
22.3.07
Walsh
El domingo se cumplen 30 años del asesinato de Rodolfo Walsh. Con la muerte de Walsh, según Viñas, muere la figura del intelectual heterodoxo en la Argentina.
Mucho más que un escritor
Suplemento Cultura La voz del interior.
Mucho más que un escritor
Suplemento Cultura La voz del interior.
6.3.07
Gran hermano
Todo el mundo habla de Gran hermano. Se habla en la radio, en los diarios, se habla en los noticieros de la tele. Todo el mundo habla de Gran hermano.
El programa fue emitido por primera vez en Argentina en el 2001. Se sucedieron dos ediciones, hasta el año 2002. En enero de 2007, se vuelve a emitir el formato, que también en todo el mundo es un éxito.
Pero me quiero detener en este detalle de los años de emisión.
Hoy, las clases medias se han recuperado, en comparación con la crisis del 2001: han recuperado su capacidad de compra; también lo han hecho las clases populares. El índice de desempleo bajó, en los últimos años, considerablemente. Pero la brecha de la desigualdad continúa férrea, incluso creciendo, concentrando la riqueza en pocas manos.
Entonces si hay una recuperación material, de los ingresos, de la capacidad de consumo de las clases populares y medias, la amenaza de perder esa recuperación va tomando la forma, inevitable, del pánico. Una de las mejores estrategias que se puede tejer para defender esa recuperación material ( después de la pérdida profunda del 2001), es la de controlar al otro, por ejemplo, a través de la mirada.
El éxito de este programa, más allá de la perversión y el voyerismo, puede pensarse como una eficaz forma de control que toma el pánico, ante la amenaza de perder lo que se ha conseguido (aunque eso que se haya conseguido sea una mísera migaja). La tranquilidad económica permite aguzar la mirada, defensiva, hacia el otro. Por eso, quizá, se entienda que no sea casual que el programa Gran hermano no fuera emitido entre el 2002 y el 2006, los años de plena crisis y lenta recuperación de la Argentina. Después del Estallido del 2001, el otro éramos todos: “piquete y cacerola, la lucha es una sola”. La culpa era solo del poder político, y se gritaba: “que se vayan todos”. El programa Gran hermano, entonces, después de la recuperación material de los sectores populares y medios, vendría a condensar, entre otras cosas, otro mecanismo, disperso en la sociedad real, que sirve como defensa de la propiedad privada.
El programa fue emitido por primera vez en Argentina en el 2001. Se sucedieron dos ediciones, hasta el año 2002. En enero de 2007, se vuelve a emitir el formato, que también en todo el mundo es un éxito.
Pero me quiero detener en este detalle de los años de emisión.
Hoy, las clases medias se han recuperado, en comparación con la crisis del 2001: han recuperado su capacidad de compra; también lo han hecho las clases populares. El índice de desempleo bajó, en los últimos años, considerablemente. Pero la brecha de la desigualdad continúa férrea, incluso creciendo, concentrando la riqueza en pocas manos.
Entonces si hay una recuperación material, de los ingresos, de la capacidad de consumo de las clases populares y medias, la amenaza de perder esa recuperación va tomando la forma, inevitable, del pánico. Una de las mejores estrategias que se puede tejer para defender esa recuperación material ( después de la pérdida profunda del 2001), es la de controlar al otro, por ejemplo, a través de la mirada.
El éxito de este programa, más allá de la perversión y el voyerismo, puede pensarse como una eficaz forma de control que toma el pánico, ante la amenaza de perder lo que se ha conseguido (aunque eso que se haya conseguido sea una mísera migaja). La tranquilidad económica permite aguzar la mirada, defensiva, hacia el otro. Por eso, quizá, se entienda que no sea casual que el programa Gran hermano no fuera emitido entre el 2002 y el 2006, los años de plena crisis y lenta recuperación de la Argentina. Después del Estallido del 2001, el otro éramos todos: “piquete y cacerola, la lucha es una sola”. La culpa era solo del poder político, y se gritaba: “que se vayan todos”. El programa Gran hermano, entonces, después de la recuperación material de los sectores populares y medios, vendría a condensar, entre otras cosas, otro mecanismo, disperso en la sociedad real, que sirve como defensa de la propiedad privada.
18.2.07
El que dijo basta
El que seguro no leyó a Lipovesky. El que no se sabía si había sido boleta, porque andaba metido en algo. El que llegó tarde y se mantuvo, en un rincón, calladito, escuchando las boludeces que sus ex compañeros decían, a lo largo de la noche, y de forma sistemática para divertirse, (Con la democracia se come se cura y se educa; Patria sí, colonia no): ése, en un momento, golpeó la mesa, provocó un silencio espeso, y dijo que hay cosas con las que no se puede joder. Dijo, el tipo que no había leído a Lipovesky y que zafó de ser boleta porque casi seguro estaba metido en algo: basta, basta de boludeces. Dijo basta, el tipo. Dijo, entonces, algo contundente.
Se trata del segundo monólogo de los 4 Jinetes Apocalípticos, de José Pablo Feinmann, representados de forma impecable por Mauricio Dayub, y reestrenados esta semana en el Multiteatro.
El entretenimiento irónico crece, se desparrama, amorfo, desde hace unos años en la sociedad global: lo va ganando Todo. Dice, ese discurso, por ejemplo, que las ideologías han muerto. Da la sensación que se hace cada vez más difícil ponerle un freno. Decir con contundencia algo. Por ejemplo: decir basta. Y que ese grito tenga consecuencias concretas. E impedir que esa contundencia sea devorada, luego, inevitable, por la masa amorfa, viscosa de la ironía entretenida, que le va quitando, desactivando cualquier consecuencia, cualquier efecto, por ejemplo, político que entrañe el grito contundente.
Por eso, en la obra, al que dijo basta lo dejan solo, será el "gil" al que le harán pagar la cuenta.
Se trata del segundo monólogo de los 4 Jinetes Apocalípticos, de José Pablo Feinmann, representados de forma impecable por Mauricio Dayub, y reestrenados esta semana en el Multiteatro.
El entretenimiento irónico crece, se desparrama, amorfo, desde hace unos años en la sociedad global: lo va ganando Todo. Dice, ese discurso, por ejemplo, que las ideologías han muerto. Da la sensación que se hace cada vez más difícil ponerle un freno. Decir con contundencia algo. Por ejemplo: decir basta. Y que ese grito tenga consecuencias concretas. E impedir que esa contundencia sea devorada, luego, inevitable, por la masa amorfa, viscosa de la ironía entretenida, que le va quitando, desactivando cualquier consecuencia, cualquier efecto, por ejemplo, político que entrañe el grito contundente.
Por eso, en la obra, al que dijo basta lo dejan solo, será el "gil" al que le harán pagar la cuenta.
1.2.07
Y el tiempo no para
Algo comienza para terminar: la aventura no admite añadidos; sólo cobra sentido con su muerte. Hacia esta muerte, que acaso sea también la mía, me veo arrastrado irremisiblemente. Cada instante aparece para traer los siguientes. Me aferro a cada instante con toda el alma; sé que es único, irremplazable, y sin embargo, no movería un dedo para impedir su aniquilación. El último minuto que paso – en Berlín, en Londres – en brazos de una mujer conocida la antevíspera – minuto que amo apasionadamente, mujer que estoy a punto de amar – terminará, lo sé. En seguida partiré a otro país. Nunca recuperaré esta mujer, ni esta noche. Me inclino sobre cada segundo, trato de agotarlo; no dejo nada sin captar, sin fijar para siempre en mí, nada, ni la ternura fugitiva de esos hermosos ojos, ni los ruidos de la calle, ni la falsa claridad del alba; y sin embargo, el minuto transcurre y no lo retengo; me gusta que pase.
J. P. Sartre.
J. P. Sartre.
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