Todo el mundo habla de Gran hermano. Se habla en la radio, en los diarios, se habla en los noticieros de la tele. Todo el mundo habla de Gran hermano.
El programa fue emitido por primera vez en Argentina en el 2001. Se sucedieron dos ediciones, hasta el año 2002. En enero de 2007, se vuelve a emitir el formato, que también en todo el mundo es un éxito.
Pero me quiero detener en este detalle de los años de emisión.
Hoy, las clases medias se han recuperado, en comparación con la crisis del 2001: han recuperado su capacidad de compra; también lo han hecho las clases populares. El índice de desempleo bajó, en los últimos años, considerablemente. Pero la brecha de la desigualdad continúa férrea, incluso creciendo, concentrando la riqueza en pocas manos.
Entonces si hay una recuperación material, de los ingresos, de la capacidad de consumo de las clases populares y medias, la amenaza de perder esa recuperación va tomando la forma, inevitable, del pánico. Una de las mejores estrategias que se puede tejer para defender esa recuperación material ( después de la pérdida profunda del 2001), es la de controlar al otro, por ejemplo, a través de la mirada.
El éxito de este programa, más allá de la perversión y el voyerismo, puede pensarse como una eficaz forma de control que toma el pánico, ante la amenaza de perder lo que se ha conseguido (aunque eso que se haya conseguido sea una mísera migaja). La tranquilidad económica permite aguzar la mirada, defensiva, hacia el otro. Por eso, quizá, se entienda que no sea casual que el programa Gran hermano no fuera emitido entre el 2002 y el 2006, los años de plena crisis y lenta recuperación de la Argentina. Después del Estallido del 2001, el otro éramos todos: “piquete y cacerola, la lucha es una sola”. La culpa era solo del poder político, y se gritaba: “que se vayan todos”. El programa Gran hermano, entonces, después de la recuperación material de los sectores populares y medios, vendría a condensar, entre otras cosas, otro mecanismo, disperso en la sociedad real, que sirve como defensa de la propiedad privada.
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