28.12.10

cosas que se dijeron


Cosas que se dijeron de Glaxo en Francia:


«Un très court roman parcouru d’une tension extrême.» Le Monde des livres (lire la suite)

«Magistral.» Marianne

«Un roman magnifique.» VSD

«Fantasque et stylé.» Ouest-France

«Taiseux, énigmatique, malicieux, Hernan Ronsino invente brillamment le western littéraire.»
La Marseillaise

«Une très belle gravure à l’acide du destin d’hommes ordinaires (rêvant d’amour et de western, mais condamnés à leur pâle et indigeste copie)...» Le Figaro Magazine (lire la suite)

«Ce bref roman est aussi brillant qu’énigmatique, truffé de références littéraires et cinématographiques, jamais exotique et surtout profondément original.» Livres Hebdo

«Une histoire apparemment ordinaire mais d’une force inouïe.» France Bleu Roussillon

2.12.10

encuentro

Ojalá seas el lector que este libro aguardaba, dice Borges.

¿Qué es lo que se desata cuando un lector elige un libro?

El descubrimiento de un libro, me dijo alguien una vez, se parece a la relación que los parapentistas tienen con las corrientes de aire. En esa conjunción entre aire ascendente y deseo de volar sucede el vuelo. Pero es cierto también que no cualquier corriente permite subir. Hay, podríamos decir entonces, inesperadas condiciones en las que sucede el descubrimiento de ese libro que nos golpeará como el viento.

Sobre el encuentro con los libros

3.11.10

la pasión

Nunca me había pasado en mis 35 años haber llorado por la muerte de un político. Como tampoco en estos años me había emocionado con los discursos de un político. Y eso me pasaba con los de Kirchner y Cristina. Esa emoción de las palabras, de los discursos, lo que me despertaba escucharlos, se trasladó el miércoles 27 de octubre a lo que sentí cuando escuché que Kirchner había muerto. Y, a la vez, sentí profundamente de qué modo la historia argentina me estaba golpeando. Enseguida pensé en la relación de los cuerpos puestos en la historia. Los cuerpos atravesados por la pasión. Combatiendo en la historia. Y la relación de esos cuerpos con la muerte. Pensé, entonces, en el fusilamiento de Dorrego, en la muerte de Facundo Quiroga, pensé en el suicidio de Alem, en la muerte de Evita, en la muerte de Perón. La lucha y la muerte de cada uno de estos cuerpos apasionados abrieron la historia. Cada uno de estos líderes tiene sentido puesto en su contexto. Desde ahí se los entiende. Pero los une, los pone en relación el haber sido cuerpos apasionados, líderes de movimientos populares, que mueren luchando en la historia. Si bien es cierto que hubo varios presidentes que murieron en el ejercicio del poder, sus muertes no provocaron un antes y un después, provocaron más bien una crisis superficial. En cambio, la muerte de cada uno de estos cuerpos apasionados provoca una torsión, inesperada, en el devenir de los sucesos. Esa idea del acontecimiento que habla Foucault: lo inesperado transformando el devenir de la historia. Y así la muerte de estos cuerpos encarna, entonces, ese giro brusco, poderoso, potente. Cargado de posibilidades y de frustraciones. La muerte de Kirchner está en esta línea. Me atrevo a poner en esta genealogía a la muerte de Kirchner. Cuerpos apasionados –líderes de movimientos populares– que mueren combatiendo. La muerte de Kirchner termina de articular la emergencia de un nuevo cuerpo político que se fue gestando desde la crisis de 2001. Lo visibiliza. Un nuevo cuerpo político, joven, capaz de movilizarse. Asqueado de las estrategias neoliberales. Dispuesto a multiplicarse. Como sucederá, sin dudas, a partir de ahora.

PARA EL UNIVERSO CULTURAL, UNA PÉRDIDA QUE DEJA HUELLAS

15.10.10

Le Monde


"Dernier train pour Buenos Aires (Glaxo)", de Hernán Ronsino

Ce très court roman est parcouru d'une tension extrême, écrit dans un apparent désordre des moments et des événements. 1973, 1984, 1966, 1959.

10.10.10

Perón, dans le rétroviseur

Hernán Ronsino.

Traduit de l’espagnol par René Solis


Samedi

La nuit avance vite

Barbecue sur la terrasse de chez O.C. Ciel étoilé. Il fait froid. Quelqu’un dit : «On ne se croirait pas à Buenos Aires.» Nous jouons aux cartes. La nuit avance vite. Un taxi me ramène à la maison. La fresque de Perón et d’Evita, peinte sur un mur près du parc Centenario, inspire le chauffeur de taxi. A 6 heures du matin, il me parle de Perón. Enthousiaste, il regarde dans le rétroviseur tout en me parlant. A chaque fois, c’est pareil, je mets un moment pour comprendre qu’il faut que moi aussi je regarde le miroir et pas sa nuque. Le chauffeur parle des Montoneros, de la dictature militaire de 1976. Il parle de ce pays violent. Quand j’arrive chez moi, le jour s’est levé.

Après-midi : Je parcours les stands de livres d’occasion du parc Centenario. J’achète le roman de Haroldo Conti que je n’avais pas. J’aime la logique des livres d’occasion. Ce sont eux qui tracent le véritable parcours littéraire. En dehors des chemins balisés du marketing. Ils sont là, ils attendent que le lecteur les choisisse, pour ces raisons mystérieuses qui nous font parfois sélectionner des livres et des auteurs que nous ne connaissons pas.

Soir : Réunion du groupe «En Ciernes» au bar Rio. Nous préparons le premier numéro d’une revue culturelle consacrée aux trains. Quelqu’un dit : «Mais comment se fait-il qu’on ne débatte pas publiquement aujourd’hui en Argentine de la disparition du système ferroviaire. En tenant compte, par exemple, du fait que la construction du chemin de fer a été à la base de la construction de l’Etat national.»

la crónica completa:

http://www.liberation.fr/chroniques/01012295208-per-n-dans-le-retroviseur

1.9.10

Europa. 1947


Hay varias mujeres en la vida de Sivori. Pero me voy a detener en tres. Tres mujeres reales o imaginarias. Sabemos, desde Cine 1, que un día una mujer ocupa el departamento de enfrente de Sivori. Esa mujer se llama Pina Bosch. Es traductora. Y Sivori porque es un hombre que sabe observar, la espía, la contempla, la desea. Sivori espía, contempla, mira a la mujer de enfrente mientras piensa en otra mujer. Eva Perón. Tiene que hacer una película sobre Eva Perón. En tres partes. En Cine 1, sobre el 17 de octubre. Ahora, en Cine 2, sobre ese viaje que Eva realiza por Europa en 1947. Si bien es cierto, en Cine 2, ha dejado de observarla a Pina Bosch con la fascinación con que la observaba en Cine1: “Las cosas han cambiado y él preferiría que no hubieran cambiado, él preferiría seguir espiando a la mujer de enfrente” (pag 74). Hay cosas que han sucedido en el entorno de Sivori y en la vida de Pina, pero de todos modos la mujer está ahí; para Sivori la mujer de enfrente está ahí traduciendo a un novelista alemán, Botho Strauss, y mira, cada tanto, una película: Dogville. Hay varias cosas que ponen en relación a estas tres mujeres. Me refiero a Pina Bosch, Eva Perón y Grace Mulligan, la protagonista de Dogville. Hay cosas que estas mujeres comparten. Son jóvenes. Rubias. Y hermosas. Las tres llegan a un lugar para cambiarle la vida a un hombre. En el caso de Eva Perón y de Grace Mulligan, las dos mujeres llegan a un pueblo que no sabe recibir. Eva llega a una sociedad que piensa a la pobreza como algo dado, natural; la pobreza le permite a los ricos ejercer el acto de la caridad, la limosna. Eva irrumpe en esa sociedad para cambiarla. Las tres mujeres manejan, además, el arte de la interpretación. Pina Bosch es traductora. Eva es actriz. Eva interpreta en la historia argentina un nuevo rol, construye en siete años un mito. “Sivori sostiene que la reescritura de un nombre y la construcción del propio mito en solo siete años es uno de los géneros y una de las obras maestras propias del siglo XX” (pag. 12). Pensando a Eva desde Sivori podriamos decir que también traduce: ¿le traduce al pueblo algo que Perón no puede o no sabe decir? Eva ¿le traduce a Perón algo que Perón no puede o no sabe oír del pueblo? Sivori le hace decir a Eva en el guión de Europa 1947: “Perón soy yo”. Eva, como Pina Bosch, maneja el arte de la traducción. Y Grace Mulligan, en Dogville, esa película que Pina Bosch mira obsesivamente, interpreta un juego, quiere ser aceptada por el pueblo y para eso tiene que jugar. Tiene que jugar el juego del sometimiento y la mirada. “Te están mirando”, le dice Tom, el escritor, en un momento. Estas mujeres padecen. Padecen en el amor, en la enfermedad, con la injusticia. Pero si estas mujeres tienen cosas en común, más allá de las cuestiones que acabo de resaltar, es por Sivori. Sivori las articula. La mirada de Sivori las pone en relación. Porque Sivori, como Tom, el escritor de Dogville, es un hombre que sabe observar. (seguir leyendo:Europa. 1947)

14.7.10

Planta

Tres novelas contemporáneas comprendidas, relacionadas y distinguidas a partir de la estructura frasística, el concepto de personaje, el manejo de la oralidad y la composición de la trama.

La charla que compartieron Iosi Havilio, Carlos Busqued y Hernán Ronsino el pasado 23 de marzo en Eterna Cadencia reflejó o en todo caso impuso la sensación de parentesco entre Opendoor (Entropía, 2006), Bajo este sol tremendo (Anagrama, 2009) y Glaxo (Eterna Cadencia, 2009), respectivamente. En efecto se pueden reconocer algunos puntos en común que van desde la preferencia por personajes opacos o cuya psicología se explica parcamente hasta la atmósfera de ominosidad y violencia que recorre los pueblos en que la acción transcurre y la hipotética vinculación de esa atmósfera con el pasado histórico de la Argentina. Si estos motivos parecen demasiado genéricos y es posible integrar a esa serie algunas otras novelas de la última literatura argentina, quizás sea mejor determinar que lo que en última instancia cohesiona a las obras de Havilio, Busqued y Ronsino es la recepción particularmente favorable que obtuvieron tanto en el campo local como en el internacional: aprobación de escritores muy o bastante consagrados, premios, traducciones, ediciones europeas. (Nota completa: Havilio, Ronsino, Busqued por Nicolás Vilela.)

25.6.10

Dernier train


Una reseña de Glaxo (Dernier train pour Buenos Aires, como se titula la traducción francesa) en Livres Hebdo.

Inconnu en France, Hernán Ronsino est sociologue et enseignant à l’université de Buenos Aires. Il est considéré comme l’un des phares de la “literatura actual” argentine. Ce que l’on comprend aisément à la lecture de Dernier train pour Buenos Aires, qui marque la naissance d’un nouveau genre, le “western-pampa”. L’historie court de 1959 à 1984, au gré des convulsions de la vie politique argentine, jusqu’an retour de la démocratie, en 1983. Et, même s’il n’en est pas explicitement question dans le roman, ce contexte y este présent, comme une menace: les jeunes gens essaient d’échapper au service militaire, et Folcada, le flic cocu, se reproche d’avoir participé, en juin 1956, au massacre de civils à José León Suárez, près de Buenos Aires.
Le pays réconcilié, la vie semble s’écouler paisiblement dans le petite ville anonyme dépeinte par Ronsino. Le seul événement marquant, c’est le passage d’un train, sur les voies construites par les ouvriers de la Glaxo, une companie pétrolière. Vicente Vardemann s’occupe de ses clients dans le salon de coiffure paternel, se demandant s’il ira ou non saluer sur son lit de mort Miguelito Barrios, qui fut son ami depuis l’enfance jusqu’à ce qu’une sombre affaire les fâche. Et bien sûr, il ságit d’une femme, Negra Miranda, qui affolait tous les hommes alentour, et que son mari, Folcada, finit par soupçonner de quelques infidélités…
C’est grâce à des chapites en flash-back, chacun donnant la parole à l’un des protagonistes de l’intrigue, qu’Hernán Ronsino nous contera cette affaire, cocktail de jalousie, trahison, vengeance et règlement de comptes. Tous le ingrédients traditionnels du western. D’ailleurs, dans leur jeunesse, Vicente et Miguelito étaient des fans Dernier train pour Gun Hill, l’un se prenant pour Kirk Douglas et l’autre imitant Johan Wayne, dans un duel imaginaire. Ils ignoraient alors que la vie allait les piéger à cause du machiavélique Folcada, pret à tout pour se venger de son infortune conjugale.
Ce bref roman est aussi brillant qu’énigmatique, truffé de références littéraires et cinématographiques, jamais exotique et, surtout, profondément original. On aimerait bien lire en français les autres livres d’Hernán Ronsino, notamment son premier romar, La descomposición.


19.4.10

La memoria en los espacios vacíos

Por Hernán Ronsino
Llueve. Hay una idea en Modernidad y holocausto que, al leerla, me sacudió: la modernidad contiene en sus entrañas la posibilidad del holocausto. El holocausto es posible, dice Bauman, en la modernidad. Racionalidad, eficiencia y un profundo desarrollo de la burocracia son los pilares que, también, necesita el genocidio moderno para poder existir. La responsabilidad técnica se impone, así, anulando cualquier freno moral que pudiera impedir semejante atrocidad. Eso dice Bauman. Llueve. Caminamos por los estrechos senderos de la ex ESMA. Alrededor, los cuarteles viejos. Y el rumor de la ciudad que muerde los bordes del predio. Nos amuchamos bajo los paraguas. Vamos hacia el Casino de Oficiales. Poner el cuerpo ahí, pienso, pisar esos suelos marcados por la historia, andar por los espacios vacíos, todo eso nos interpela para imaginar, para construir una representación. Llueve. Hay, entonces, una inevitable composición de lugar. Los sonidos del afuera llegan dosificados –el reflejo incesante de los autos por Libertador resbala en un fragmento de vidrio; el sonido, cada tanto, de los trenes; y esos aviones anticipando el destino final–. En esa composición de lugar, la proximidad de la vida cotidiana instala la pregunta por el vínculo de complicidad entre el afuera y el adentro. Llueve. Vemos, después de recorrer un edificio alterado (escaleras anuladas, ascensores arrancados), eso que describe Bauman: el despliegue físico de una trama burocrática eficiente puesta al servicio de la muerte. El silencio, inevitable, se impone. Salimos del Casino de Oficiales. Después camino junto a Félix Bruzzone un par de cuadras hasta la parada del 15. Viajo pensando, otra vez, ahora entremezclado en esa rutina cotidiana, en el vínculo de complicidad entre el afuera y el adentro. A la tarde compro Los topos. Nunca deja de llover. La primera frase me sacude: “Mi abuela Lela siempre dijo que mamá, durante el cautiverio en la ESMA, había tenido otro hijo”. Y así empiezo a romper, a salir con esas palabras, de a poco, del silencio.

Publicado en Página/12
La memoria en los espacios vacíos

25.1.10

Briante


Por Hernán Ronsino
Durante un tiempo era casi imposible conseguir los libros de Miguel Briante. Y encontrarlos, entonces, dependía del azar. Los descubrí en distintos puestos de usados. El primero fue Hombre en la orilla, la edición de 1968 de Estuario. De este libro, su segundo libro de relatos, pero el primero que leí, me deslumbró el territorio, el espacio literario, un espacio contundente que, todo el tiempo, está amenazado por el río, por ese Salado que desborda y se lleva las cosas, los animales, las personas. Pero ese espacio no es posible sin la voz de Briante: seca, dura, pendenciera. La dedicatoria que se lee en Hombre en la orilla dice así: “A mi padre, a quien, como aquel personaje de Thomas Wolfe, le ‘parecía que sólo él debía morir’ (...), a los gusanos de la tumba de mi padre, que un día avanzarán sobre el pueblo que transcurre en estas páginas, para borrarlo definitivamente”. Esa dedicatoria retoma, de algún modo, la temática del relato “Capítulo primero”, que inaugura Las hamacas voladoras, el primer libro de Briante publicado en 1964, el que funda su imaginario. La tensa relación entre un padre y su hijo, con el pueblo de fondo. Un padre visto por los ojos de ese chico que no puede comprender todo lo que pasa, pero siente el dolor, el rechazo en el bar, los ojos que no parecen los ojos de su padre.
Los personajes de Briante son seres desamparados, curtidos por la intemperie. Y hay tres núcleos fuertes que, se podría decir, atraviesan las historias: el ámbito marginal del pueblo, la figura del narrador –generalmente, oral– y la muerte. Una de las tantas voces que componen Kincón, la novela, dice: “Saber cosas, transmitirlas, era un modo de persistir. Sé que muchas cosas morirán cuando me muera, algo va a faltarle a este pueblo cuando me vaya”. Eso dice la voz. Eso escribe Briante que, antes de morir, elige, como Rulfo, el silencio. ¿Cuántas páginas, entonces, tiene que escribir una persona, antes de callar, para definir una obra? Las suficientes, podríamos decir, para modelar un mundo propio. Hace quince años moría Miguel Briante en su tierra, en su pueblo, que también fue su mundo narrativo. Quedan, como se dice en estos casos, las historias. Esas historias que, por ejemplo, se cuentan en el boliche de Arispe, ésas que hablan de inundaciones y forasteros, esas que levantan polvareda en la provincia por aquellas zonas del Salado, ahí donde el Salado se engorda y es capaz de arrasarlo con todo (“Jodido el Salado este. Capaz de quebrar cualquier historia, dice alguien que no se sabe”, en Al mar). Queda, en definitiva, ese mundo pendenciero, marginal, de Miguel Briante, que aún respira silencioso.

Homenaje en Página/12

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/17-16744-2010-01-25.html

Huellas del pasado