22.3.08

Parque de la Memoria


La ciudad se puede leer. Se puede leer políticamente. La forma de una ciudad, su arquitectura, su distribución espacial tiene, entre otras cosas, también un sentido político.
Por eso algunos lugares pueden ser símbolos, representar cultural, socialmente algo que trascienda su propia particularidad material, es decir, al edificio concreto.
Estoy pensando en el barrio Glaxo: específicamente la zona de la fábrica y lo que hoy en día se conoce como Parque de la Memoria.
Alguna vez ahí hubo una fábrica, alguna vez junto a esa fábrica pasaban las vías del ferrocarril. Esa fábrica reunía a trabajadores, trabajadores que tenían, seguramente, familia, cobraban un sueldo, gozaban de derechos políticos: en definitiva, formaban parte de una sociedad, una sociedad integrada.
Hoy, las vías no están, la fábrica quedó abandonada, y por donde pasaban las vías se construyó el Parque de la Memoria: en el centro están los nombres de todos los desaparecidos hijos de esta ciudad. Pero si incluimos en el Parque de la Memoria también al edificio abandonado de la fábrica, y hacemos una lectura completa de ese espacio, vamos a comprender algo de lo que ha sido el proyecto social de la Dictadura: si leemos los restos de esa fábrica (esa fábrica entendida como todas las fábricas) junto a los nombres de los desaparecidos, entonces, podremos entender que hubo un plan, un plan que desarticuló de manera sistemática y sangrienta una forma de país (aquel país que tenía industrias, trabajadores organizados, ascenso social, sujetos políticamente comprometidos).
Entonces encontraremos una relación (entre la fábrica abandonada y el nombre de los desaparecidos), veremos esa relación como un símbolo, un símbolo que construye una memoria, una memoria que recuerda cosas: las consecuencias sociales y políticas que heredamos de aquel genocidio cometido en nombre del estado argentino.
H.R.
Foto: Daniel Muchiut. Serie: La fábrica.

14.3.08

La hija de Bob

Para Sole
Baba Nam Keivalam

Todo es amor infinito, me dice ella mientras caminamos por Alem bajo la lluvia, un sábado que parece domingo.
Después tomamos un tren en Retiro.
La lluvia moja la ventanilla del tren que tomamos en Retiro.
Nos bajamos en Coghlan.
Coghlan huele a colonia alemana emplazada en una sierra cordobesa.
Caminamos bajo la lluvia, saliendo de la estación, ese sábado que tiene algo de domingo.
Entonces le digo que Cate Blanchett en I`m Not There se parece más a la hija de Bob Dylan que al propio Bob: es cierto que hay un gesto en la mirada, en los dedos que sostienen el cigarrillo, en el pelo revuelto que nos hace pensar en Dylan, pero también hay algo profundo de Cate Blanchett que el disfraz no puede borrar; y cuando digo eso, cuando hablo de la supuesta hija de Bob, ella se resbala, por la lluvia que cae en Coghlan: se resbala como lo ha hecho en todo el día.
¿Es posible, pregunto mientras la sostengo del brazo, que una mujer haga de Bob Dylan? Cate Blanchett se parece más a la hija de Bob que al propio Bob en I`m Not There.
Ella se queda pensando. Sonríe. La cara se le alumbra, cuando ella sonríe.
No me importan las máscaras, me dice, yo tengo una foto donde no hay ninguna máscara: están mis viejos, está mi hermana, somos chicas, corremos en el campo. No me importan las máscaras, me importa la esencia, el amor infinito. Cate Blanchett es Bob Dylan.
La lluvia nos sigue mojando, prepotente: nos moja los pies, la boca, los ojos, pero no nos importa.
Me dan ganas de que esa escena sea el final de una película.
En esa película, supongamos, el plano se eleva: por eso nos muestra a los dos abrazados saliendo de la estación, ese sábado que parece domingo, y, de fondo, mientras el plano se aleja cada vez más y ahora se ven los árboles mojados y los techos rojos de las casitas de Coghlan, se escucha, creciente, la voz rasgada del Viejo Bob, inventando con su guitarra, por ejemplo, melodías infinitas o, por decirlo de otro modo, suaves, inolvidables formas del amor.

11.3.08

Un autor y sus tres libros

Continuando con el ciclo de charlas Un autor y sus tres libros que comenzó en enero en la librería Eterna Cadencia, la escritora Alejandra Laurencich dialogará el miércoles 12 de marzo a las 19 hs con Martín Kohan, autor de Ciencias Morales, novela ganadora del Premio Herralde 2007. El diálogo abordará principalmente la relación del narrador con los libros que rodearon su vida desde pequeño hasta la actualidad y cómo influyeron en su proceso creativo.

La entrada es libre y gratuita. Honduras 5574.

6.3.08

Villoro



Los culpables. Juan VilloroIZ Latinoamericana •
• Un mariachi célebre, un futbolista en decadencia, una iguana perdida, una máquina de escribir fallada, un secuestro exprés. El humor y la angustia en un mismo movimiento, lo tragicómico como horizonte de nuestro tiempo. • El cuento entendido como pincelada, huella, resto. La ficción coqueteando con la crónica, y la crónica con lo real. Y siempre la ciudad como telón de fondo.• Otra muestra de la magistral capacidad de observación de Juan Villoro para detectar la perplejidad del mundo de las grandes metrópolis.
“Suficiente tuve con lo de los caballos. Nadie me ha visto montar uno. Soy el único astro del mariachi que jamás se ha subido a un caballo. Los periodistas tardaron diecinueve videoclips en darse cuenta. Cuando me preguntaron, dije: ‘No me gustan los transportes que cagan’. Muy ordinario y muy estúpido. Publicaron la foto de mi BMW plateado y mi 4x4 con asientos de cebra. La Sociedad Protectora de Animales se avergonzó de mí. Además, hay un periodista que me odia y que consiguió una foto mía en Nairobi, con un rifle de alto poder. No cacé ningún león porque no le di a ninguno, pero estaba ahí, disfrazado de safari. Me acusaron de antimexicano por matar animales en África.””
Juan Villoro nació en el D.F., México, en 1956. Novelista, cronista y traductor, es considerado por la crítica como el escritor mexicano más importante de su generación. Su obra fue traducida al francés, italiano y alemán. Entre otros libros, publicó las novelas Llamadas de Ámsterdam (IZ, 2007), El testigo (Premio Herralde) y El disparo de Argón; los cuentos La casa pierde (Premio Villaurrutia) y La noche navegable; los libros de crónicas Dios es redondo, sobre fútbol, y Tiempo transcurrido, sobre rock; y el ensayo Efectos personales.

Huellas del pasado