29.6.08

La panadera

La señora que atiende la panadería en la esquina de mi casa, en el barrio de Villa Crespo, viaja, todos los días, salvo un franco que tiene por semana, desde Ezpeleta. Ezpeleta queda en la provincia, yendo para La Plata. Sale a las cinco y media de la mañana. Toma un colectivo que la deja en la estación de Ezpeleta. Después viaja en tren. En la línea Roca, con lo que eso significa: demoras, suspensión de los servicios, inseguridad. Llega a Constitución. Toma un subte, combina con la línea B. Y, después de casi hora y veinte de viaje, si las combinaciones se dan a tiempo, llega a la panadería donde despacha el pan.
La señora que atiende la panadería en la esquina de mi casa está casada con un hombre que trabaja en una municipalidad del conurbano. Tienen tres hijos. La hija mayor cuida a los hermanitos y los lleva a la escuela cuando los padres se van a trabajar. La hija mayor abandonó el polimodal porque había quedado embarazada. Pero después el embarazo lo perdió. Y a la escuela no volvió más. Tampoco trabaja.
La señora que atiende la panadería en la esquina de mi casa trabaja hasta las ocho de la noche. Hora en la que regresa a su casa de Ezpeleta. Eso quiere decir que recorre el camino inverso: toma el subte, combina en 9 de Julio. Llega a Constitución, si tiene suerte agarra el tren de “y 35”. En Ezpeleta espera el colectivo. Y cerca de las diez está, otra vez, en su casa. Para preparar la cena.
La señora que atiende la panadería lee libros en el viaje. Me dice que le encanta leer. Que le hubiera gustado haber podido estudiar una carrera. Se le iluminan los ojos cuando me habla de ese sueño quebrado, incrustado en el corazón: la señora que atiende la panadería ayer a la tarde se puso a llorar cuando me contaba que ese sueño que tiene incrustado en el corazón, su hija tampoco lo puede hacer realidad. “Está perdida”, me dice.
La señora que atiende la panadería cobra 900 pesos por mes. Está en negro. Gasta en traslados cerca de 200 pesos. Con el sueldo del marido, apenas, llegan a los 2000 pesos. Casi la mitad de esos 2000 pesos se van en el alquiler de casita de Ezpeleta. Ella nunca, me dice, se queja. Para qué, me dice, lo único que ganás es hacerte mala sangre.
La historia de la señora que atiende la panadería en la esquina de mi casa se parece a la mayoría de las historias de las personas que viajan, en hora pico, por Buenos Aires, como si fueran una masa informe, anónima. Así viajan. Pero esa masa tiene nombres y apellidos, esa masa tiene una historia y un sufrimiento.
Será mejor que en Argentina, de una vez por todas, las cosas dejen de estar patas para arriba: los que tienen rentas extraordinarias paralizan un país durante más de cien días. Será mejor que, de una vez por todas, los que tienen la panza y los bolsillos llenos (políticos y patrones) comiencen a entender esto.Para dejar de vivir en un país obsceno: atravesado por la injusticia y la inmoralidad.

11.6.08

Formas de mentir

–¿Siente que se miente mucho en la televisión?
–Hay un canal de noticias que transmite 24 horas, e innecesariamente ocurre que en algún punto llega el énfasis. Si salimos mañana y hacemos notas solamente a kiosqueros asaltados, el pueblo argentino va a creer que estamos ante una epidemia de kiosqueros asaltados, y solamente porque lo hemos enfatizado. ¿Cuántos kiosqueros asaltan por día? ¿Treinta? Si los ponés a los treinta uno atrás del otro y además lo hacés muchas veces por día, que es lo que sucede, al cabo de un tiempo la gente no va a creer que haya otra cosa que kiosqueros asaltados. Y eso es una forma de mentir. La gente ni siquiera escucha lo que le explica el editorialista de TN o C5N, escucha lo que explica el tipo que pasaba por ahí. Editorializa el tipo que estaba parado en la esquina, y cualquiera transmite su pensamiento por la tele; entonces la gente empieza a pensar no como Martínez Estrada o Jauretche, sino como el tipo que estaba parado en la esquina. Los tipos parados en la esquina y los hinchas son los mentores ideológicos del pensamiento mediático actual, es así.
Entrevista a Dolina en Critica.
http://www.criticadigital.com/impresa/index.php?secc=nota&nid=5993

Huellas del pasado