12.1.06

Dicen que el camino se torciona justo antes de curvase, como si fuera ese leve momento, ese exaltar de la cadera, la caricia sobre el lomo inclinado del gato; una mano sobresaliendo del agua, y las burbujas, como planetas desalineados, irrumpiendo, uno tras otro, rodeando a la mano, haciendola sentir un sol seco. Incluso, ahí, antes de padecer la insolación, los gatos saben secarse a la sombra.
Me desnudo en la entrada del horno. Hay un cuadro torcido, y hay olor a lavandina, que llega en ráfagas. Escribo, pienso, antes de entrar desnudo, como si no me diera cuenta que escribo, asi desnudo, en las puertas del horno. Y atrás la noche, me digo como sin darme cuenta, alumbra un campo, tenue, seco, desalmado, con una bruma sobrevolando las chimeneas de los hornos, como si fuera, la bruma, la instancia precisa de la belleza; ese instante, similar, al de los caminos, cuando, dicen, se torcionan justo antes de curvarse.
Entro.
Chivilcoy, 12 de enero de 2006. 11:04 pm.

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