La ciudad se puede leer. Se puede leer políticamente. La forma de una ciudad, su arquitectura, su distribución espacial tiene, entre otras cosas, también un sentido político.
Por eso algunos lugares pueden ser símbolos, representar cultural, socialmente algo que trascienda su propia particularidad material, es decir, al edificio concreto.
Estoy pensando en el barrio Glaxo: específicamente la zona de la fábrica y lo que hoy en día se conoce como Parque de la Memoria.
Alguna vez ahí hubo una fábrica, alguna vez junto a esa fábrica pasaban las vías del ferrocarril. Esa fábrica reunía a trabajadores, trabajadores que tenían, seguramente, familia, cobraban un sueldo, gozaban de derechos políticos: en definitiva, formaban parte de una sociedad, una sociedad integrada.
Hoy, las vías no están, la fábrica quedó abandonada, y por donde pasaban las vías se construyó el Parque de la Memoria: en el centro están los nombres de todos los desaparecidos hijos de esta ciudad. Pero si incluimos en el Parque de la Memoria también al edificio abandonado de la fábrica, y hacemos una lectura completa de ese espacio, vamos a comprender algo de lo que ha sido el proyecto social de la Dictadura: si leemos los restos de esa fábrica (esa fábrica entendida como todas las fábricas) junto a los nombres de los desaparecidos, entonces, podremos entender que hubo un plan, un plan que desarticuló de manera sistemática y sangrienta una forma de país (aquel país que tenía industrias, trabajadores organizados, ascenso social, sujetos políticamente comprometidos).
Entonces encontraremos una relación (entre la fábrica abandonada y el nombre de los desaparecidos), veremos esa relación como un símbolo, un símbolo que construye una memoria, una memoria que recuerda cosas: las consecuencias sociales y políticas que heredamos de aquel genocidio cometido en nombre del estado argentino.
Por eso algunos lugares pueden ser símbolos, representar cultural, socialmente algo que trascienda su propia particularidad material, es decir, al edificio concreto.
Estoy pensando en el barrio Glaxo: específicamente la zona de la fábrica y lo que hoy en día se conoce como Parque de la Memoria.
Alguna vez ahí hubo una fábrica, alguna vez junto a esa fábrica pasaban las vías del ferrocarril. Esa fábrica reunía a trabajadores, trabajadores que tenían, seguramente, familia, cobraban un sueldo, gozaban de derechos políticos: en definitiva, formaban parte de una sociedad, una sociedad integrada.
Hoy, las vías no están, la fábrica quedó abandonada, y por donde pasaban las vías se construyó el Parque de la Memoria: en el centro están los nombres de todos los desaparecidos hijos de esta ciudad. Pero si incluimos en el Parque de la Memoria también al edificio abandonado de la fábrica, y hacemos una lectura completa de ese espacio, vamos a comprender algo de lo que ha sido el proyecto social de la Dictadura: si leemos los restos de esa fábrica (esa fábrica entendida como todas las fábricas) junto a los nombres de los desaparecidos, entonces, podremos entender que hubo un plan, un plan que desarticuló de manera sistemática y sangrienta una forma de país (aquel país que tenía industrias, trabajadores organizados, ascenso social, sujetos políticamente comprometidos).
Entonces encontraremos una relación (entre la fábrica abandonada y el nombre de los desaparecidos), veremos esa relación como un símbolo, un símbolo que construye una memoria, una memoria que recuerda cosas: las consecuencias sociales y políticas que heredamos de aquel genocidio cometido en nombre del estado argentino.
H.R.
Foto: Daniel Muchiut. Serie: La fábrica.
1 comentario:
dicen los detectives que los cadáveres hablan, algo pasó conesa fábrica, no?
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