Por Hernán Ronsino
Hace un mes, un joven de veinte años, estudiante del CBC, mientras preparaba su final de Sociedad y Estado, me hizo una consulta, me preguntó: "Decime una cosa: ¿Isabelita es la misma que Evita?"
Entonces traté de pensar en un joven de 20 años, en los setenta, capaz de dar la vida por Evita o, en todo caso, enunciando su compromiso, o si no, teniendo muy en claro qué significaba cada una de esas mujeres.
"El futuro es lo que pasó, es lo que ignoramos, somos esa ignorancia", dice uno de los personajes de la novela, aún inédita, La tierra toda, de Mauro Peverelli. Cuando se habla que la dictadura fundó las bases de una estructura social, económica y política, injusta, desarticulada, se está hablando también, como es claro, de la construcción de un sujeto. Treinta años, es suficiente tiempo como para modelar una generación.
Esta generación, la del estudiante del CBC que me hizo la pregunta, nacida, por ejemplo, diez años después del golpe (ya instaurado el sistema democrático, incluso terminado el juicio a las Juntas, sin ninguna vivencia autobiográfica ligada al orden militar, y escolarizado en la década del noventa), esta generación, decía, viene a encarnar, a ser otra muestra, contundente, de lo que se fundó en 1976: esta es, en definitiva, la generación de Cromañón.
Hay, por lo tanto, en el cuerpo de esta subjetividad la portación de un doble estigma: por un lado, las huellas simbólicas y estructurales del Estado Militar-Liberal, y, por otro, la vivencia (el cuerpo puesto ahí, en el presente) de la otra tragedia. La generación Cromañón entraña un cuerpo doblemente mutilado.
Si es así, ese cuerpo es un vestigio, el portador de huellas. Reconocerlas, depende del grado de conciencia histórica que tenga de sí mismo el sujeto social que las encarna. Y es a partir de esa conciencia, que es posible la edificación de una memoria fundante que cimiente, también, la construcción de un futuro solidario y justo.
Entonces, ¿qué clase de esperanza puede entretejer, lenta, gradual, como generación, hoy en día, ese cuerpo doblemente mutilado?
"El futuro es lo que pasó, es lo que ignoramos, somos esa ignorancia", nos repite, una vez más, incansable, como un eco, la novela de Peverelli.
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1 comentario:
Tal vez tenga razón el Indio cuando canta Todo un Palo y dice que el futuro llegó hace rato.
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