Resuenan, allí, los ecos de una lengua erosionada. Una lengua que suprime los bordes de algunas palabras o altera letras. Entonces algunos nombres dichos oralmente son muy distintos a la forma en que aparecen escritos. Claro que la fidelidad a ese decir tiene sus limitaciones. Como también la negación de su potencia a partir de un puro sistema de reglas predominante. Por eso cuando me encuentro, en las pruebas de imprenta, con las anotaciones de la correctora, me enfrento a un dilema.
1 comentario:
Excelente respuesta, compañero. Sólo que la última palabra debió ser, no "vitalidad", sino, sencillamente, "vida".
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